Tras publicar Jinete de conejos en 2019, Ricci Nostra, el músico marplatense radicado en Barcelona desde hace unos años, presenta su segundo álbum La maldición del amarre.
Con este nuevo disco, Ricci actualiza su estado de un proceso de autoconocimiento y crecimiento que para él nunca cesa. En ese sentido ha tenido que matar al cantautor para dejar nacer a un creador más ambicioso y complejo, dejando atrás el carácter introspectivo y melancólico de su lírica, para cargarle sintes y guitarras eléctricas a sus canciones, diseñando un álbum completamente indie rock con guiños de pop.
Para dar ese paso el artista ha vuelto a confiar en Josep Vilagut y Georgina L. Wolkowicz (Scarlett), quienes además de producir el álbum en su estudio La Masia Music Lab, se han implicado instrumentalmente en la grabación, así como dos de sus músicos de cabecera: el bajista Miquel Sospedra y el batería Xavier Molero “Mole”.
El resultado de su trabajo conjunto es un disco con variedad de tonalidades y texturas, que fluctúa entre las brasas ardientes que dejan asomar la fórmula del cantautor que Ricci fue y la de un pop guitarrero muy fresco y con un puntito de psicodelia glam.
Sonar ecléctico y homogéneo a la vez no ha sido tarea fácil. Por eso conviene atender los varios puntos de fuga estilísticos presentes en La maldición del amarre, que apuntalan su imagen global. Uno de ellos es el rock sureño estilo The Black Keys de ‘Fugaces’, su primer single de adelanto: una patada de rebeldía desenfadada ante todo lo establecido. Otro es el cálido y delicado revestimiento folky de ‘Veneno del bueno’, una canción con la que Ricci mapea las huellas del primer amor en su identidad. También lo son el bedroompop semi orquestal de ‘Eterno’, que aborda la melancolía del crecer; o su versión cantautor, vista desde el retrovisor, de ‘Fuerza lunar’, el bonus track. Sin olvidar el pop de ‘Soltémonos’, el segundo avance de presentación. En el centro de esas cinco esquinas encontramos el corpus estilístico de La maldición del amarre. Siempre con espacio para líneas narrativas de guitarra y teclado, hablamos de un pop amable y limpio de estribillos luminosos, representado por piezas como ‘En colores flashear’, ‘La esencia’, ‘Vestida de sal’ o ‘Todo bien’.
La maldición del amarre es un disco que consolida a Ricci Nostra como un autor en auge que quiere conquistar la escena musical argentina y española.
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